58º Día: Sueños por las calles de Haleiwa



7 de Marzo: Mi consorte se despertó con el oído malo, lleno de agua, provocando nuestro remoloneo en la habitación hasta prácticamente el mediodía, cuando decidimos sacarle partido a las últimas horas para desplazarnos rodados y aprovecharlas recorriendo Haleiwa, más allá de la comercial carretera principal que la atraviesa. Pasamos por Waimea, llegamos al puente del arco iris en el pueblo surfero del norte y no pude evitar dejar libre a mi reprimida consumidora interior, comprándome algo de ropa y poco más, ya que aún nos quedaba vivir un mes en Los Ángeles y sabía que allí la tentación sería mucho mayor, por lo que debía comenzar a organizar el contenido de mi mochila y controlar el espacio que me iba quedando libre para este tipo de caprichos.
Paramos en Kua’aina, hamburguesería mítica de la costa norte y mientras almorzábamos al estilo horario español (after 3PM), leía el StarBulletin de la fecha, muriéndome de envidia al ver que el Kilauea había conseguido despertar a la diosa Pelé y después de 8 meses, la lava regresaba al mar en Big Island, proyectando su esplendoroso espectáculo de humo y destellos rojos. No habíamos tenido suerte de disfrutar semejante exhibición pero mi ensalada de pollo en Oahu estaba tan deliciosa, que no me importaba nada.
Acabadas las burguers montamos en nuestras futuras ex-bicicletas para merodear por los callejones de Haleiwa, soñando como molaría vivir en tal o cual casa y regresamos a Shark’s Cove para meternos en sus piscinas de roca, donde el océano entra por encima de paredes hechas de arrecife con forma de cascada. Cuando el oleaje comenzaba a entrar, nos impedía avanzar al ser empujados hacia la orilla por la fuerte corriente, siendo la mejor opción quedarte quieto en el sitio y esperar se calmara la marea o el socorrista que no dejará de pitarte desde su puesto, ya que a los pocos segundos las piscinas volvían a su estado original y podías ver como los bañistas acostumbrados a ello, proseguían con el snorkel.
De regreso a la casa mi compañero se dedicó a engrasar las cadenas de las bicis con un poco de canola oil para poder entregárselas al día siguiente a Sarah, el email seleccionado y la nueva propietaria de las verdes beach cruiser. Cuando atardecía, nos acercamos hasta la playa justo detrás de la casa, con nuestras colchonetas de camping debajo del brazo ya que, finalmente, mi compañero se había entusiasmado por aprender mi diaria tabla de Pilates. 

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